Vidas Maxeadas - managerzone 8

La historia de hoy, es una de las más tristes que nos ha tocado relatar, porque tiene que ver con las adicciones.
Para proteger la identidad del protagonista, pondremos un nombre de fantasía, llamémosle simplemente Elpidio.

Elpidio era juvenil de un modesto equipo de 6°, no era de los más destacados ni de los más flojos, podríamos decir que era del montón.
Cuando cumplió los 18 años, le toco integrar el banco de suplentes en un viaje a China por la Victory Cup.
Allí conoció un chino de su edad, también suplente en su equipo, pero este estaba lleno de pelotitas y ya alternaba algunos partidos en la primera.
El chino sabia español y conversaron un rato largo, cuando entro en confianza, Elpidio le pregunto sobre su manera de entrenar, todos los chinos eran muy superiores a el y sus compañeros.
“¿Che loco como hacen para tener tantas pelotitas? ¿A que CE los mandan?” el chino se río a carcajadas, en un perfecto español le contesto “¿CE?, ¿Vos también te comiste el verso del CE? eso es para la gilada occidental, la posta es esta” y saco un paquete con pastillas, “Proba esto y después me contas, nos vamos papá”.
Dos cosas le llamaron poderosamente la atención a Elpidio, lo argentino que hablaba el chino y ese paquete de pastillas que le había dado.

Elpidio no se había creído del todo lo que le había dicho el joven oriental, pero al regreso del viaje comenzó a tomar esas pastillas, al poco tiempo comenzó a ganar pelotitas a buen ritmo, y luego de un año ya era el mejor jugador de su generación.

Si bien en el MZ no hay antidoping, esas pastillas no podían entrar por la aduana, por lo que Elpidio se las hacia traer en barco, el encargo tardaba 3 meses, justo lo que le duraba el cargamento.
Elpidio se fue haciendo cada vez más adicto a esas pastillas, y el cargamento cada vez duraba menos.

Con 21 años, Elpidio era completamente adicto a esas pastillas que ahora duraban casi 2 meses, al principio era el de siempre, pero cuando se acababan estaba irritable, dormía poco y tenia los ojos desorbitados.
Elpidio estaba lleno de pelotitas y superaba con comodidad la media del jugador argentino para su edad, pero en la cancha no todo era color de rosa.
Mientras Elpidio ingería esas pastillas su rendimiento era de lo mejor, veloz, inteligente, sabia jugar y marcaba la diferencia, pero cuando se terminaban en la cancha se lo veía apático, perdido y sin ganas y terminaba yendo al banco.

Para los 23 años Elpidio estaba totalmente perdido por su adicción, el cargamento le duraba menos de un mes y exigió una venta, quería jugar en China para estar más cerca de su puntero.
Para asegurarse la transferencia a ese país, exigió que la venta cierre a las 3.30 de la mañana.
Todo fue como el quería y fue comprado por un equipo de la 3° de ese país.

La estadía de Elpidio en China fue un completo desastre, el cargamento de 3 meses se lo terminaba en una semana, vivía enfrente del estadio, dos empleados del club se encargaban de buscarlo para ir a entrenar.
Elpidio estaba totalmente fuera de si, con ojeras, completamente fuera de la realidad, en la cancha era un agujero, no corría, no metía, se quedaba parado todo el partido.

Con la poca razón que le quedaba pidió irse, el manager ni lo dudo, era la peor compra que había hecho en 3 años que jugaba en MZ, fue comprado por un club de Estados Unidos y allí comenzó su recuperación.

Lamentablemente tantos años de adicción no fueron gratis, a los 27 años dejo de entrenar y a los 29 comenzó a deteriorar, para los 31 ya había perdido 3 pelotitas y jugaba en un equipo de México.

A los 32 su rendimiento estaba francamente en declive y decidió retirarse, jugo su última temporada en el equipo mexicano y fue puesto en venta con cartel para las promociones.

Fue comprado por un equipo de 7° de Argentina que quería ascender, Elpidio jugo esos tres partidos, los últimos de su carrera como nunca, corrió toda la cancha, toco con sus compañeros y se divirtió entre amigos.
Logro el ascenso y se retiro con la satisfacción de la tarea cumplida.

Hoy recorre los vagones del tren sarmiento vendiendo bandejitas de masas para una granja de chicos adictos que quieren recuperarse.

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